Hoy es

La quinta Sadrián



Sólo los que hemos cumplido algunos años podemos recordar el, ya entonces, viejo edificio del Liceo Politécnico. Hoy, aprovechando que ha caído en mis manos una vieja máquina del tiempo (he prometido no contar nada de su procedencia, y a cambio, me dejarán utilizarla de vez en cuando)), me he subido en ella para retroceder hasta un domingo por la tarde, concretamente el del 5 de marzo de 1922 y conocer así como era entonces la quinta “Sadrián”, mucho antes de que el segundo hijo del III Marqués de Río-Florido la cediese para Liceo.

Os pondré en antecedentes: Ésta Casa-chalet la construyó siendo ya mozo, don Adrián Viudes, entre el cruce de dos caminos dentro de la hermosa finca, recién heredada, que llevaba el nombre de “Sadrian”, llena de arbolado y largas filas de palmeras. Allí pasó su luna de miel, se casó en julio de 1907 con doña Amparo Romero, y allí inició su vida como industrial, algo que ya os he contado aquí, y que amplié en ésta interesante entrevista realizada en 1968.

Ésta es la crónica de mi visita:
“Desde lejos, veo la quinta “Sadrián” rodeada de eucaliptos que la envuelven entre sus ramajes y que me hacen verla como una poética mansión de hadas, edificada en la quietud de un bosque y que sin duda, da alivio a las fatigas del espíritu. El interior de la vivienda tiene regios detalles principescos y dan fe del exquisito gusto de su propietario. Su entrada, de puro estilo español, está recubierta de bellos azulejos sevillanos, impecable en todos sus detalles de mobiliario y ornamentación. Su belleza me sugiere la visión de una vieja casa solariega, de esas que se conservan como museo en Toledo ó Salamanca.
Después de franqueada la entrada, se contempla una vieja mesa de escritorio de patas torneadas, encima de la cual, campean el tintero de Talavera, el velón de tres mecheros y los libros de pergaminos, que acaso guarda entre sus páginas la odisea heroica de los Viudes; un sillón benedictino de dorados clavos, un pesado arcón de tosca talla, y una mesita del siglo XV, amen de cuadros de belleza prodigiosa y una cocina clásica de ancha campana que adornan platos talaveranos.
Ya en el jardín de ésta primorosa granja, descubro ésta melancólica tarde de marzo, como los manzanos visten sus ramas de brotes blancos como diminutos copos de nieve, y como los naranjos inclinan hasta el suelo sus ramas cargadas de fruto, perfumando la suave brisa de un intenso olor a azahar.
Las campanas de la distante Iglesia del pueblo me avisan de que es hora de regresar, de volver al presente, aunque lo hago con el grato recuerdo de haber visto una joya, una valiosa joya perdida...”
(Toda la información que aporto es rigurosamente cierta)
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1 comentario :

  1. Anónimo12:11 a. m.

    Severiano Luna Penalva Es una pena que todo los iconos de Almoradi desaparezcan, pero también es verdad que los tiempos cambian y no podemos quedarnos anclados en el pasado, pero me trae gratos recuerdos, como todo lo que publicas.... Gracias, un saludo

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